1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el
dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse.
Es una defensa provisoria y pronto será sustituida por una aceptación
parcial: “no podemos mirar al sol todo el tiempo”.
2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el
resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar
para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira
se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por
todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con
dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no
deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en
consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del
doliente.
3) Negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad,
mas el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a
un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.
4) Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se
debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una
profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio
para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar
animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo:
esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son
ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y
sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su
dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que
se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa
en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para
compartir.
Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente
permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva
intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su
proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los
padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que
esperan de ellos quienes los rodean.
5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que
pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este
dolor, la ira, la bronca por la pérdida del hijo y la depresión-
contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que
confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un
principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una
cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta
necesidad de hablar del propio dolor la vida se va imponiendo.
Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede
estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga
algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo
importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que
cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.
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