media lunaUno: el huevo de serpiente
No es un huevo de pájaro el que desata la fantasía de los celtas, sino uno más misterioso, de serpiente, símbolo del saber mágico y del eterno fluir del tiempo.
     Representado a menudo en los motivos decorativos célticos como un disco con un agujero en el centro, el huevo de serpiente aparece solo o junto a la serpiente, una línea de círculos u ondulada, a veces con una cabeza que puede ser de animal ( perro, caballo, toro ) o de hombre. Una representación clásica es la de la serpiente con la cabeza de ariete.
     También la idea del andrógino, el hombre realizado y perfecto, en cuyo interior han madurado lo masculino y lo femenino en plena armonía, era representada por los celtas con un círculo o una esfera traspasada por un trazo, quizá la serpiente saliendo del huevo.
Dos: la media luna
La Luna es el ojo nocturno del cielo, el marcador del tiempo en torno al cual gira toda la instalación del calendario céltico, formado por doce o trece meses lunares, divididos en sus fases.
     A menudo aparece como media luna o como semicírculo aislada o junto a otros motivos decorativos como una boca, un ojo, una oreja o el rizo de un peinado. Desde la más remota antigüedad la media luna adorna la cabeza de las divinidades femeninas y las nocturnas bajo la forma de cornamenta. Eso se debe a que la cabeza ( el uno ) representa el poder creativo, la idea, y los cuernos ( el dos ) representan la fecundación; la cabeza cornuda ( dos más uno ) se convierte en el emblema de la energía potencial, el pensamiento capaz de traducirse en realidad, y deriva en el cuatro, número de la materia concretada.
     La frecuencia con que la imagen de la media luna está presente en las decoraciones célticas confirma la influencia que los ritmos de la Luna ejercen sobre el agua, los ciclos vegetativos y las emociones; basta con pensar en la imagen bastante conocida del árbol que hunde sus raíces en una media luna. También es conocida la unión de los dos cuartos, dos semicírculos lunares sintetizados en la forma de la letra ese, de donde salieron siglos después los famosos laberintos de los suelos de las catedrales góticas.
     A la imagen de la Luna se une a veces la de los animales que simbolizan movimientos cíclicos: al igual que la Luna con sus múltiples aspectos, la serpiente muda periódicamente la piel; el ciervo renueva y ramifica cada año los cuernos; como la Luna nueva, el oso se esconde de la vista de los hombres durante el letargo invernal; el jabalí se considera un animal con una proverbial fecundidad, regida siempre por la Luna; el salmón, el mensajero de los dioses que vive en el agua, remonta periódicamente el curso de los ríos.
Tres: el Sol
Es el símbolo de la victoria de los dioses del cielo y de la luz sobre los dioses oscuros de las profundidades de la tierra. Sin embargo, debido a que acompaña a las almas de los difuntos en el otro mundo, se le relaciona también con la muerte. Si el dos representa la Luna, la madre, la vida vegetal, el tres representa el Sol, es el número de la ultratumba y del renacimiento. Esto explica la presencia de los tres círculos del Sol, alineados o dispuestos en triángulo, dibujados en los dólmenes como señal del paso al otro mundo; también los tres cuernos animales hacen referencia a la naturaleza celeste y solar de la divinidad, a menudo repartida en una tríada: el gran dios Dagda, por ejemplo, puede ser tres; lo mismo ocurre con las tres matres, divinidades femeninas de las aguas y de la fecundidad, asimilables a las diosas griegas del destino, las Parcas, o a las Nornas germánicas, señoras del tiempo.
      El símbolo del Sol aparece de manera recurrente en las representaciones de los animales con los que se le relaciona ( el águila, la grulla, la corneja, señora de los campos de batalla, el gallo que saluda el movimiento solar ) y en las imágenes formadas por tres objetos idénticos dispuestos simétricamente ( tres ramas de un árbol, tres dedos de una mano, tres flechas, tres hojas de la espada ). Pero el emblema solar por excelencia es la trísquele, una especie de rueda de tres radios que simboliza, entre otras cosas, las tres grandes categorías del universo, espacio, materia, y energía, así como la constitución del hombre, cuerpo, mente y espíritu.
Cuatro: la Tierra
Este número, símbolo de la tierra y de la materia, alude a los cuatro elementos cósmicos, las cuatro fases lunares, las cuatro regiones de Irlanda y las cuatro fiestas principales, los días en que comienzan las estaciones célticas ( correspondientes al periodo central de las nuestras ): Samgain, el invierno, del 31 de octubre al 1 de noviembre Imbolc, la primavera: del 31 de enero al 1 de febrero; Beltaine, el verano, del 30 de abril al 1 de mayo; Lammas o Lunasad, el otoño, del 31 de julio al 1 de agosto.
    Cuando el cuadrado, representación geométrica del cuadro, se divide en nueve recuadros, se convierte en la famosa rejilla del nueve, el cuadrado mágico.
     El cuadrado mágico se trazaba en la tierra y se encendía en él la hoguera de Beltaine.  Estaba formado por nueve recuadros; los ocho exteriores debían de ser borrados, mientras que en el noveno, el del centro, se encendía el fuego ritual llamado el fuego de la necesidad, con siete tipos diferentes de madera.
     Análoga a la trísquele es es la esvástica, la cruz gamada, símbolo indotibetano de la rueda del Sol, poco difundida entre los celtas y en ocasiones estilizada en imágenes de base cuadrada. En cualquier caso, puede estar orientada hacia la derecha o hacia la izquierda: en el sentido del recorrido del Sol es propicia; al contrario, es desafortunada y maléfica como la esvástica nazi.
Cinco: la Eternidad
Suma del dos luna y del tres solar, el cinco como para los pitagóricos, es el número celta de la eternidad y de la resurrección. No es por casualidad que el muérdago, en concreto la variedad de cinco hojas esté considerado el remedio universal que infunde tranquilidad y bienestar. También las manos y los pies, a menudo grabados en las rocas, se relacionan con el simbolismo del cinco, por no hablar del alfabeto ogham, cuyas estilizadas letras, compuestas de uno a cinco trazos horizontales y oblicuos respecto a una vertical que hace de guía, pueden ser reproducidos y trasmitidos mediante gestos hechos con los cinco dedos.
Laura Tuan