sábado, 8 de diciembre de 2012

Érase una vez…


image
Érase una vez un universo enamorado de una galaxia. Tan fuerte era el amor que ambos se tenían que ésta quedó embarazada con los primeros orgasmos de felicidad, entonces la barriguita empezó a crecer dentro de ésta. Esa barriguita incipiente es el planeta tierra.
Dentro de la tierra se empezaron a gestar un montón de seres vivos, entre ellos, nosotros, los humanos, también los animales, las plantas… El agua que nos rodea es el líquido amniótico, y el cordón umbilical, el aire que respiramos… Sin ellos no podríamos vivir.
Todos somos hermanos, sí, siempre nos lo han dicho, y es tan cierto como que todos nos estamos gestando en un mismo cuerpo, en el de nuestra madre tierra, esa gran bolsa que nos protege siempre. Y que cada día nos provee con lo que necesitamos para vivir. Todas nuestras necesidades básicas están cubiertas. No se podía esperar menos de una madre.
Y dentro estamos todos nosotros. Algunos se quedarán por el camino, como en cualquier otro embarazo, otros debemos crecer y aprender a madurar. Vivimos una serie de años, limitados, porque, como cualquier otro período de gestación, éste también tiene un tiempo límite, por eso hemos de saber madurar y envejecer con dignidad, con alegría y con mucho amor, y por eso siempre hemos de cuidarnos, para que ese proceso de maduración llegue a su fin cuando tiene que llegar. En el caso de los humanos ese periodo dura nueve meses, algunos son sietemesinos, otros se adelantan al parto, y otros llegan un poco más tarde, pero no mucho más. También nosotros tenemos una media de vida en nuestra gestación dentro de la tierra.
Llamamos “muerte” a algo que desconocemos por completo, y por el hecho de ser desconocida, le tenemos miedo, pero no será más que un nuevo proceso de nuestra evolución, el paso a una nueva dimensión. Un feto no nace con la misma forma con la que fue concebido en el vientre materno, primero fue un espermatozoide que fecundó un óvulo, el cual dio paso posteriormente a un embrión y después se fue formando y transformando, poco a poco, hasta convertirse en un bebé… Igualmente nosotros vamos cambiando, poco a poco, lentamente, el tiempo no existe, simplemente tenemos que seguir este proceso de maduración para dar un pasito más en nuestra evolución. Ahora nos toca vivir dentro de este cuerpo físico, pero éste quedará aquí. No es esta carcasa que nos envuelve la que ha de trascender.
Vivimos en una época en la que damos mucha importancia al culto a este cuerpo en el que habitamos, y no nos damos cuenta de alimentar lo más importante, lo que perdurará por siempre. Nos cansamos de decir que hemos de cuidar más nuestro interior, aprender a conocernos por dentro, pero son muy pocos los que se preocupan de eso. Aunque creo que, afortunadamente, cada vez somos más…
Debemos alimentar nuestra alma y nuestro espíritu, porque este cuerpo físico quedará aquí, pero seguiremos adelante manteniendo lo único importante que hay en nosotros, el alma, un alma enamorada.
Y cuando estemos preparados para pasar a esa nueva dimensión, nos llegará la hora del nuevo nacimiento, del renacimiento, la tierra volverá a dar a luz, porque seremos luz.
Por eso en el fondo de nuestro corazón sabemos que los seres queridos que ya partieron hacia una nueva dimensión nos siguen protegiendo, los sentimos con nosotros, ellos nos están alumbrando continuamente. Y ellos, los que ya trascendieron… ellos lo recuerdan todo.
Estamos viviendo un proceso de evolución continua, y debemos ser conscientes de que todos estamos dentro de la misma barriguita, y que a veces nos tenemos que ayudar unos a otros, para hacernos todos más fuertes. El pasado y el futuro existen sólo en nuestra imaginación. El tiempo no existe. Todos vivimos el mismo momento. Eso que llamamos tiempo, que a veces nos parece que tarda tanto en pasar, no es más que un suspiro, es como un sueño.
Cuando llegue el momento de despertarnos, sabremos que todos estábamos en el mismo barco, que no teníamos que demostrarnos nada los unos a los otros, que sólo bastaba con intercambiarnos amor cada minuto, cada segundo, nadie sobra aquí. Las barreras las hemos puesto nosotros, pero todos, absolutamente todos, seamos del color que seamos, hablemos el idioma que hablemos, tengamos la estatura que tengamos, somos únicos, iguales y diferentes a la vez, y todos tenemos cabida aquí.
Existen momentos mágicos en esta vida en los que nos sentimos conectados con el todo, porque todos somos uno. Sentimos la llamada de algo que nos espera más allá, pero no sabemos lo que es. Sentimos las caricias del universo, del cosmos, nos sentimos adormecer con el sonido de las olas del mar, de nuestro líquido amniótico, el agua, tan necesaria para vivir, nos tranquiliza, nos susurra al oído… Igual que ese bebé antes de nacer siente el amor de su madre, siente sus caricias, siente que están cuidando de él…
Y todos, absolutamente todos, incluso los más descreídos, pasan por momentos durante esta gestación en los que necesitan creer en algo más, porque muy en el fondo de su ser, saben que esto no termina aquí.
Y nos afectan muchas cosas, y eso las mujeres lo sabemos bien, la luna, las mareas, los movimientos sísmicos… Todo eso que se zarandea y se agita dentro del cuerpo de una madre, que hormonalmente, nunca deja de moverse y conmoverse.
No tengamos prisa por llegar los primeros, debemos ser parte del proceso, llevémoslo con paciencia, aprendamos a querernos y a querer a todos los demás. Hemos de esperar a que el embarazo llegue a su término, ni antes ni después… Primero tenemos que crecer. Y cuando llegue la hora, lo sabremos, estaremos preparados. Caminemos felices entre tanto y lo más importante… Aprendamos a disfrutar del camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si consideras que te ha gustado o simplemente no te gusta lo que esta aquí escrito házmelo saber, me ayudara a superarme.