martes, 15 de mayo de 2012

Las trampas del apego


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El temor a la pérdida ocasiona que la vida se nos escape tratando de retener lo que ya no nos contribuye en nada. Es así como se genera el tan nombrado “apego”. Esa condición emocional y mental que nos hace aferrarnos a cosas, hábitos, adicciones, bienes, ideas, sitios y personas de una manera equivocada y hasta enfermiza porque creemos que sin ellos no podremos ser felices.
Analizando a fondo descubrirás que la razón de cualquier forma de dolor o sufrimiento es el apego. Y la solución está en ti, en entender que la felicidad es un estado, una opción natural, un derecho divino. No supedites tu felicidad a eventos o a personas.
Hay algunas cosas con las que piensas que sin ellas no podrías vivir. Pero si te detienes y observas a otros, notarás que no las poseen y son felices. Igual sucede con esos elementos que en el pasado te parecían trascendentales y que ahora ya no están. O peor aún, a veces nos apegamos a aquello que ni siquiera es nuestro. Y yo te pregunto: ¿cómo se puede aferrar y tener miedo a perder algo que nunca ha sido de uno?; además, nada material ni nadie nos pertenece. Llegamos con las manos vacías e igual partiremos.
El apego es tan peligroso, es un arma de doble filo, porque al obtener nuestro objeto de deseo, se logra un aparente bienestar que luego es empañado por el temor de que se malogre. Es un completo círculo vicioso, ¿reconoces su trampa?
Además, ¿has pensado alguna vez, que por inseguridad, por obstinarte con algo o con alguien y pretender tenerlo o retenerlo a toda costa, te estás cerrando a la posibilidad de recibir lo nuevo, todas las bendiciones del Padre y del universo?
Sucede también que nos cuesta desprendernos de objetos, circunstancias y personas por el simple miedo de “quedarnos” con nosotros mismos y ver lo que hay adentro. No huyas de ti. Para amarte debes conocerte y aceptarte primero para luego proyectar tu amor hacia los demás y recibirlo de vuelta.
Recuerda que tu verdadera fuente de seguridad es Dios. Trabaja además la confianza en ti, tu autoestima para que no dependas de circunstancias externas ni de otro para sentirte a salvo. Si no estás bien contigo mismo y te sientes desdichado, cargarás esa condición de infortunio a donde quiera que vayas; estará ahí en tu interior y nada te satisfará. Llevarás la sensación de carencia, buscando llenarla erradamente con deseos de apego, causantes de tu pena.
Todo lo que precisas para ser feliz ya te ha sido dado. Lo que te cohíbe de sentirte pleno en cada momento no son las circunstancias sino tus creencias al respecto. Tus percepciones son consecuencia de tus juicios. Ves solamente lo que quieres, desde tu punto de vista; pero si lo decides, puedes pedir ayuda a tus ángeles para modificar y elevar tus pensamientos.
Despierta, es hora de soltar y hacer conciencia. Desapégate también de la necesidad de controlar, de luchar; y permite la acción de Dios y de tus ángeles para colmar tu vida con lo verdadero. Deja que el Padre llene esa ilusión de vacío en tu corazón. Es tan solo eso: un espejismo, porque en tu interior estás completo. El amor de Dios satisface íntegramente tus necesidades.
Un aspecto estrechamente relacionado con el apego es el de la expectativa, el “esperar”. Mi sugerencia amorosa es que no plantes expectativas en nada ni nadie. No enaltezcas a los demás ni le atribuyas cualidades con tus pensamientos porque creas a una persona diferente. Ese nuevo ser, aunque contiene la misma esencia del “original”, solo existe para ti. ¿Y sabes lo que puede pasar? Como es producto de tu apego, cuando no cumpla con tus requerimientos, esa imagen que es falsa se va a desmoronar y tú con ella. Tú la construiste y moldeaste, de manera que te tocará a ti y solamente a ti levantar, recoger y limpiar el desorden de los escombros que quedará en tu interior.
Aparecerá la tristeza, el desengaño, el desencanto, te decepcionarás, te frustrarás y probablemente hasta te ofenderás. Esto arrastrará otras emociones negativas como la rabia, el resentimiento, el rencor y puede que la otra persona ni se entere. Este caos, producto solamente de tu apego y de tus expectativas, es tu responsabilidad. Es tu tarea reponerte y seguir adelante. No insistas, no obligues ni coartes la libertad de otras personas. ¿Para qué seguir manteniendo nexos con quienes no quieren seguir teniéndolos contigo?
En cierta ocasión alguien me dijo que no podía soltar el objeto de su apego porque de inmediato iba a ser sentenciado por su familia. No temas a las reacciones de los demás, al “qué dirán”; no escuches las recriminaciones del tipo: “se te advirtió”, “yo sabía que esto te iba a pasar”, “nunca haces caso”. Todos estamos en el mismo proceso y cada quien está aprendiendo a un paso diferente. Nadie puede vivir por ti. Todo en la vida tiene el valor y la fuerza que tú le des.
El desapego va de la mano del perdón, del agradecimiento y de la aceptación de que eso que antes fue importante ya no lo es y simplemente debe ser liberado. Despréndete verdaderamente, deja tus manos vacías para recibir de nuevo los regalos del cielo.
Deshazte de todo aquello que te esclaviza y te arrebata tu poder. Lo que ya cumplió su misión en tu vida, lo que ya no sirve, lo que te atormenta. Tu antigua manera de ser, de pensar, de actuar y reaccionar. Comprende que lo que es tuyo se quedará y lo que no, simplemente debes soltarlo para que se aleje.
Con la ayuda de tus ángeles puedes trabajar este tema así: haz una lista de tus apegos, identifica la posible causa que los generó y desvincúlate de ellos entendiendo que no hacen parte de ti. Renuncia a cada uno decretando que no lo necesitas para ser feliz; que lo liberas y te liberas en perfecto amor.
Adicional a tus ángeles de la guarda, invoca el apoyo de los arcángeles Rafael, Zadquiel y Azrael: Rafael para trabajar las adicciones, Zadquiel para perdonar y transmutar tus ataduras por la libertad, el amor y la paz; y Azrael para cerrar los ciclos en gratitud y amor.
Que no te gobiernen tus deseos, rehúsate a continuar sufriendo y deja que Dios actué en ti, que active el recuerdo de quien eres y de donde procedes. Entrega tus apegos, recibirás a cambio una lluvia de bendiciones.

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