¿Existe el infierno?

Ningún cura sabe adonde va el alma después de la muerte, porque cada alma es atraída por aquel plano del infinito en el que está grabado lo que introdujo siendo humano, y que le atrae después del fallecimiento. Por abandonar el cuerpo no cambia nada para el alma. La culpa, las debilidades, los errores, las dependencias y las ataduras quedan, sólo cambia el estado físico sustancial. El alma no se libera por la muerte, si el hombre no era libre internamente. Las ataduras no eliminadas siguen siendo en el “Más allá” la cárcel del alma, aunque de manera más sensible y difícil de eliminar. Ellas frecuentemente vuelven a atraer al alma a otra encarnación.
Pero la vida permanece eternamente. La muerte no existe, sólo la transformación. Tampoco existen el pecado mortal ni la condenación eterna, porque Dios no ata, sino libera. En ninguna parte del infinito existe un lugar llamado infierno. Sólo el ser humano ata y crea lugares de horror. El infierno y sus tormentos los crea el hombre en su propio cuerpo y en su destino, con sus actos contrarios, porque no comprende lo que significan el amor, la unidad y la libertad, ni que Dios es bueno.
Tampoco en la Tierra está el infierno. Aquí deberíamos reconocer nuestros errores y con la ayuda del Espíritu purificarlos y no hacerlos más. Éste es el camino que lleva a la vida, y a la liberación. Por tanto la Tierra es un lugar de misericordia y cada día es una oportunidad irrepetible.