martes, 17 de mayo de 2011

Bosque de Oma


Existe un bosque en la reserva del Urdaibai que tiene vocación de pinacoteca. Puede también que se trate de un museo que mutó hasta convertirse en bosque, no está del todo claro.
Será el visitante que se adentre en estos dominios de pinos y helechos el que decidirá si el Bosque de Oma es una creación del hombre personificando en la figura del artista Agustín Ibarrola, la naturaleza, o de ambos.
Lo cierto es que el lugar existe, recoge los vientos que bajan del monte Oiz y las tempestades que siembra el cantábrico, y es un punto y aparte en el paisaje vasco.
La entrada es libre y el plan de visita, una oda al libre albredío.
En Oma hay que perderse pero con contención: caminar sin rumbo entre las cortezas convertidas en lienzos y los arcos iris sembrados en los troncos; buscar los ojos de los árboles y las figuras humanas que nos recuerdan que, muy cerca de alli, en las cuevas de Santimamiñe, nuestros antepasados ya plasmaron sus inquietudes artísticas 12.000 años atrás.
Poco importa que haya obras que no veamos o pinos coloreados que no encontremos, pues la arboleda permanecerá allí por siempre.

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